lunes, 28 de mayo de 2018

TUS PALABRAS

El Departamento de Español Lengua Extranjera nos invita a visitar el jardín de nuestra Escuela para leer las palabras preferidas de sus alumnos así como los textos que han escrito.


Hay un cuento japonés que ilustra el extraordinario poder de las palabras y su capacidad para alterar nuestras emociones.


Había una vez un samurái que era muy diestro con la espada y a la vez muy soberbio y arrogante. De alguna manera, él sólo se creía alguien y algo cuando mataba a un adversario en un combate y, por eso, buscaba continuamente ocasiones para desafiar a cualquiera ante la más mínima afrenta. Era de esta manera como el samurái mantenía su idea, su concepto de sí mismo, su férrea identidad.

En una ocasión, este hombre llegó a un pueblo y vio que la gente acudía en masa a un lugar. El samurái paró en seco a una de aquellas personas y le preguntó:

¿A dónde vais todos con tanta prisa?

Noble Guerrero – le contestó aquel hombre que, probablemente, empezaba a temer por su vida-, vamos a escuchar al maestro Wei.

¿Quién es ese tal Wei?

¿Cómo es posible que no le conozcas, si el maestro Wei es conocido en toda la región?

El samurái se sintió como un estúpido ante aquel aldeano y observó el respeto que aquel hombre sentía por ese tal maestro Wei y que no parecía sentir por un samurái como él. Entonces decidió que aquél día su fama superaría a la de Wei y por eso siguió a la multitud hasta que llegaron a la enorme estancia donde el maestro iba a impartir sus enseñanzas.

El Maestro era un hombre mayor y de corta estatura por el cual el samurái sintió de inmediato un gran desprecio y una ira contenida.

Wei empezó a hablar: “En la vida hay muchas armas poderosas usadas por el hombre y, sin embargo, para mí, la más poderosa de todas es la palabra”.

Cuando el samurái escuchó aquello, no pudo contenerse y exclamó en medio de la multitud: “Sólo un viejo estúpido como tú puede hacer semejante comentario”. Entonces, sacando su katana y agitándola en el aire, prosiguió: “Ésta sí que es un arma poderosa, y no tus estúpidas palabras”.

Entonces Wei mirándole a los ojos le contestó: “Es normal que alguien como tú haya hecho ese comentario; es fácil ver que no eres más que un bastardo, un bruto sin ninguna formación, un ser sin ningunas luces y un absoluto hijo de perra”.

Cuando el samurái escuchó aquellas palabras, su rostro enrojeció y con el cuerpo tenso y la mente fuera de sí empezó a acercarse al lugar donde Wei estaba. “Anciano, despídete de tu vida porque hoy llega a su fin”.

Entonces, de forma inesperada, Wei empezó a disculparse: “Perdóname gran Señor, soy un hombre mayor y cansado que por su edad puede tener los más graves de los deslices. ¿Sabrás perdonar con tu corazón noble de guerrero a este tonto que en su locura ha podido agraviarte?”.

El samurái se paró en seco y le contestó: “Naturalmente que sí, noble Maestro Wei, acepto tus excusas”.

En aquel momento Wei le miró directamente a los ojos y le dijo: “Amigo mío, dime: ¿son o no poderosas las palabras?”.



El Poder de las palabras (Fábula Japonesa)

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